Ahora, -¡NO TENGO MIEDO!
Desde mi segura orilla no podía comprender como aquellos
pescadores de veteranas redes y largas tormentas tuvieran temor a la tempestad,
y tampoco podía entender que Jesús durmiera. Y cuando Jesús se levanto y increpo
al viento y a la mar y la calma cubrió las aguas hasta el lejano horizonte,
mucho más extraño me pareció el proceder de aquellos marinos; - ¡CLARO, YO
ESTABA EN LA ORILLA!
Pero un día entre en una barca desconocida,
todo parecía hermoso, pero poco a poco el cielo se oscureció y se rasgo con
enceguecedores relámpagos y la noche se hizo oscura, muy oscura y al instante
tuve miedo. -¡Yo tengo miedo!, a veces me asustan mis propios pensamientos
cruzan como relámpagos y me estremecen como truenos y tengo miedo, otras veces
son las circunstancias a mi alrededor que golpean con fuerza esta mi débil
barquilla y al tiempo tiemblo. Entonces grito y no me da vergüenza, y vuelvo a
repetir las palabras de los marineros de Galilea: - ¡Señor sálvame que perezco!.
¡Señor no se qué hacer!, tengo miedo. Seguido, tres breves escenas, solo tres.
Primero; Una mirada de reproche, ¿Por qué dudaste hombre de poca fe?; Segundo: una palabra de autoridad: - ¡MAR
CALLA Y ENMUDECE!; Y tercero, una mano extendida hacia mí de seguridad, y la
tomo. Al instante llegamos a la orilla. - ¡Ahora no tengo miedo! Ya no me asustan los
relámpagos ni las tormentas que sacuden, en la barca de mi vida hay un lugar
seguro, allí está el maravilloso Señor Jesús él está conmigo. Puedo llamarlo y
el atiende. Después, que he vivido la experiencia comprendo a otros, y ahora, -¡NO
TENGO MIEDO!
Ahomecat. San Felix Venezuela 2000
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